Cuando pensamos en una cárcel situamos un lugar lejano que seguramente no nos toca al no haber estado en una de ellas. Se vuelve entonces un espacio casi imaginario, borrado de la cotidianidad para la mayoría de la población pues no se siente lo que no se ve.
Al estar dentro de cuatro paredes, las personas privadas de libertad (PPL) se invisibilizan y son recordadas cuando algún incidente se presenta. Precisamente eso es lo que ha venido pasando en Ecuador desde febrero de este año, cuando el primer motín nos hizo regresar a ver a los olvidados y borrados que están dentro de los centros de privación de libertad.
El amotinamiento simultáneo organizado en tres de las cárceles más grandes del país, fue un hecho sin precedentes que dejó decenas de muertos y que encendió la alarma nacional e internacional sobre lo que estaba pasando dentro. Sin embargo, se reconoció el recorte presupuestario que se registró por la crisis económica y también se desenmascaró una cruda realidad que se vive en estos centros como el hacinamiento, las bandas delictivas que tienen posesión de armas y drogas y que manejan redes de sicariato dentro y fuera de las cárceles. Además de una compleja red de pagos por servicios a otros internos como la alimentación, llamadas telefónicas, ingreso de insumos, protección, etc. Toda una sociedad dentro de las cuatro paredes, funcionando al margen de las leyes sociales externas. Se estaba cocinando en una olla a presión lo que se expresaría en las múltiples agresiones registradas a lo largo de este año.
Luego de meses de negociaciones que podemos considerar como superficiales y medidas que no han conseguido cambiar la situación de los PPL, estos hechos han dejado centenares de víctimas hasta el momento. Las primeras noticias conmocionaron al mundo entero y la sorpresa se reflejó en la cobertura mediática del mismo. Sin embargo, meses después, las cárceles siguen desangrándose y las acciones siguen sin llegar. La visión desde afuera puede coincidir con la que tienen otras naciones, pensando que los PPL se merecen lo que les está pasando o no tienen derechos como lo tienen los que estamos afuera. Pero esto nos lleva a pensar sobre ¿quiénes son los habitantes de las penitenciarías, cárceles o centros de privación de libertad?
Las respuestas clásicas dirían que están los malos, los criminales, lo peor de la sociedad. Esto debe ser analizado desde una mirada interseccional de las violencias: género, clase y raza. No está cualquier persona, pues la gran mayoría son hombres de barrios urbanos considerados como marginales, de escasos recursos, que han crecido en lugares donde los crímenes más terribles son un acto de cada día. Lugares donde se ha naturalizado la violencia, la comercialización de drogas, la delincuencia. También son personas que no han podido tener acceso a una defensa y que en ocasiones sus juicios no llegan o son inocentes que cumplen penas ajenas. Entonces pensamos en los ciudadanos de bien, que también cometen infracciones, crímenes, faltas a la ley; pero que conocen a alguien que puede librarlos de ir a prisión o pueden pagar por su libertad.
En los meses posteriores, las cifras de las personas que han fallecido en los motines se han ido actualizando, algunos de ellos han sido identificados después de mucho tiempo puesto que sus cuerpos fueron descuartizados e incinerados. Estos cuerpos vuelven a ser estos seres invisibles que ahora se convierten en cifras, haciendo que de nuevo se desdibuje su humanidad y de paso la empatía que se puede sentir por ellos. Se convierten entonces en cuerpos sin nombre, sin voz, víctimas en masa que se desdibujan de nuestra memoria. Personas que no tendrán una biografía sino un lugar en la fosa común de los “malos” de la historia. No buscamos con esta publicación, de ninguna forma justificar los crímenes por los cuales esas personas terminaron en un sitio de privación de la libertad, pero sí cuestionarnos el silencio de sus muertes y los motivos que llevaron a que esos hechos se diesen.
Desde Refugees Welcome España no queremos que, en una sociedad hiperestimulada como la que vivimos hoy día con miles de noticias que nos impactan a diario, el tema de las cárceles deje de llamar la atención y se borre de nuestras mentes. Todas las personas tienen la potestad de ver cumplidos sus derechos básicos, incluidas las personas privadas de libertad.