Hace un mes vimos con horror una de las mayores tragedias recientes en nuestras fronteras: más de
20 personas murieron y otras 200 resultaron heridas en Nador, al intentar pasar al otro lado de la
valla en la frontera entre Marruecos y España.
Ver al presidente del Gobierno diciendo que la situación ha sido “bien resuelta” mientras en los
medios el numero de muertes no deja de ascender, duele. La hipocresía de España y Europa duelen.
Ver como la Unión Europea presume de solidaridad mientras recibe personas refugiadas que llegan
desde el noreste con los brazos abiertos mientras cierra a cal y canto su frontera sur. Duele el
racismo institucional. ¿Qué diferencia hay entre una persona que huye de la guerra de Ucrania y otra
que huye de los conflictos en Sudán? El derecho al asilo es universal, es un derecho humano, y por
tanto toda persona tiene derecho a pedir asilo venga de donde venga, sin importar el color de su
piel. Cuando en Europa la gente se llevaba las manos a la cabeza con la idea del muro de Trump era
inevitable preguntarse cómo puede ser tan inconcebible para españoles y europeos la construcción
de un muro entre Estados Unidos y México cuando convivimos diariamente con las vallas de Ceuta y
Melilla. ¿Cuál es la diferencia entre un muro entre Norte América y América Latina y uno entre
Europa y África? El segundo es real, está en nuestra casa, y se ha cobrado ya demasiadas vidas.
Es urgente un cambio radical en nuestras políticas migratorias. Los flujos migratorios no van a dejar
de aumentar en las próximas décadas, teniendo en cuenta la presión del cambio climático y los
conflictos crecientes que este va a causar. Seguir basando las políticas migratorias en concertinas,
vallas, muros, policías armados con pelotas de goma, y acuerdos con gobiernos autoritarios para que
“contengan la migración irregular” sólo va a conseguir una cosa: más muertes en nuestras fronteras.