¿Cuál es la diferencia entre un muerto en el Mediterráneo y un muerto en las calles de Kiev?
Esta pregunta que se escuchó en el Congreso ya rondaba mi mente desde el día en que empezó la guerra de Ucrania. Lo que está pasando en Ucrania es gravísimo, una guerra sin sentido en la que están muriendo miles de personas y que debe acabar cuanto antes. Claro que queremos ayudar a las personas desplazadas de Ucrania, pero no porque sean ucranianas. Queremos ayudar a esas personas porque están sufriendo una guerra y porque necesitan ayuda, exactamente igual que las personas de Afganistán, Yemen, Iraq, Colombia, Siria, Etiopía o cualquier otro rincón de África, América o Asia. No hay personas refugiadas de primera y de segunda. O no debería haberlas: ninguna persona se convierte en refugiada por gusto. Ninguna. Un conocido me decía hace unos días que como ciudadano alemán se sentía responsable de la invasión y la guerra de Ucrania porque la mitad del gas de Alemania lo importan de Rusia, y por ese motivo se veía obligado a hacer algo al respecto, ya que de un modo u otro todos habíamos “pagado” la guerra en Ucrania ¿Es así? ¿Somos responsables de esta guerra si nuestros países importan gas de Rusia? Y si es así, ¿no somos responsables, como europeos, de la guerra en Siria? ¿De la miseria en el continente africano? ¿De las violaciones de derechos en Arabia Saudi o en Qatar? ¿No somos responsables como europeos del conflicto en Palestina?
¿Quién vendió armas al ejército de Bashar al-Ásad, o a sus aliados? ¿Cuánta de esa miseria viene de las políticas coloniales y europeas, y cuánta de las políticas capitalistas de expolio que Europa ha llevado a cabo a lo largo de todas estas décadas? ¿A quién le compramos el petróleo? ¿Van a negarse nuestras selecciones de fútbol europeas a jugar un mundial en un país en el que sistemáticamente se han violado los derechos de los trabajadores que han estado trabajando en la construcción de los estadios? ¿En el que no se respetan los derechos de las mujeres? ¿Quién dibujó las fronteras de Jerusalén en 1947?
Ante el conflicto en Ucrania estamos viendo una respuesta institucional sin precedentes. Ante los conflictos más oscuros siempre hay una respuesta ciudadana, la sociedad civil se pone en pie para tenderle la mano a los que más lo necesitan, a veces a plena luz, a veces a escondidas. Esta vez es a plena luz, y con el apoyo de las instituciones. Al parecer existe una normativa europea desde hace más de veinte años que permite la entrada de un número ilimitado de personas que huyen de una catástrofe a territorio comunitario. Esta normativa jamás se ha utilizado, hasta ahora. Europa abre sus puertas y ventanas a todas las personas que huyen de la guerra en Ucrania. Esta vez nadie criminaliza a las personas que se presentan en una estación de tren ofreciendo sus casas a los que llegan. Esta vez no hay histeria colectiva ante los millones de migrantes que se acercan. Esta vez no es una invasión, no es una amenaza. Esta vez para Europa es una simple cuestión de humanidad.
Hacer distinciones entre personas desplazadas que “merecen” o no ser bienvenidas en nuestros países es un juego peligroso. Se están viendo episodios racistas muy graves en las fronteras: personas que son expulsadas de los autobuses de evacuación o a las que las autoridades ucranianas hacen esperar en la frontera durante días porque son “extranjeros”, porque los “verdaderos” ucranianos tienen prioridad para abandonar el país. Estas personas que “no son prioritarias” estaban viviendo en Ucrania y están viviendo lo mismo. La guerra es la misma para todos: el frío, las bombas, el miedo, la incertidumbre, la muerte. La guerra no distingue entre nacionalidades. Y el asilo y la ayuda humanitaria tampoco deberían.
Estamos viviendo una situación histórica, y la Unión Europea tiene en sus manos hacer Historia, hacer honor por fin de los principios que la fundaron, de ser el continente de paz que en las últimas décadas ha presumido ser. ¿Qué pasaría si acabáramos con los discursos de odio? ¿Qué haríamos las ciudadanas europeas si en vez de escuchar que los MENA nos invaden escuchásemos que miles de niños y niñas no acompañadas se han visto obligadas a salir de su países porque están sufriendo guerras, conflictos, las consecuencias del cambio climático, y que de nosotros depende que puedan tener un futuro, una vida? ¿Qué pasaría si en los medios de comunicación en vez de criminalizar a las personas desplazadas se les devolviese su humanidad? Todas las personas que vienen desde Ucrania son bienvenidas. Todas las personas que vengan desde cualquier otro punto del mundo, también son bienvenidas.
¿Cuál es la diferencia entre un muerto en el Mediterráneo y un muerto en las calles de Kiev? Yo no encuentro ninguna. Y si queremos construir una Europa antirracista, una Europa de paz sostenida en el tiempo, no deberá haber ninguna diferencia.
Patricia, voluntaria Refugees Welcome